Por Antonio Rodríguez Carrión.
En el despacho de mi consulta siempre tengo sobre la mesa algunos productos de nuestra tierra: bellotas, madroños, erizos con castañas y, sobre todo, AGALLAS, pues cada vez que las contemplo respiro la paz y libertad que se vive en nuestro Parque Natural de “Los Alcornocales”.
Las agallas (también llamadas cecidias) son excrecencias o deformaciones que aparecen en los tejidos de una planta, causada por la acción de parásitos vegetales o animales. Tienen aspecto de verrugas, tubérculos o tumores sobre las estructuras de las plantas o como formaciones carnosas o leñosas en las que se entremezclan la planta huésped y los parásitos. La agalla más llamativa es la que afecta a nuestro querido y vecino quejigo (Quercus faginea), el “roble agallero” por excelencia.
Existen 15.000 especies conocidas de insectos que producen agallas, entre las que figuran moscas, avispas, escarabajos, polillas, etc. En toda especie, la agalla es parte importante de la fase reproductora en la vida del insecto: la hembra pone sus huevos en la hoja u otras partes de la planta; cuando el huevo inicia su incubación comienza a desarrollarse la agalla a igual ritmo que la larva. Una vez convertido en adulto, el insecto sale de la agalla royendo el tejido que le rodea, dejando visible en la corteza un pequeño agujero.
Utilización:
Aunque las agallas pueden ocasionar cuantiosas pérdidas en las plantas cultivadas al fijarse en los capullos florales, algunas agallas gozan de varias aplicaciones. Además de haber servido como juguete de nuestros abuelos cuando eran niños (hacían ganaderías, corridas de toros, etc.), dada su gran riqueza en ácido tánico, son muy útiles en las tenerías y tintorerías de lanas y pieles. También se utilizan en la fabricación de tintas y medicinas, y como alimento de ganado. En la medicina popular, las agallas se han utilizado para tratar las diarreas y también, hace muchos años, para elaborar la “pomada de la condesa” o “pomada virginal”, la cual se usaba, según expresión de Andrés de Laguna, “para apretar las partes bajas de las mozas que perdieron lo que no recobrarán jamás…”.
Autor Fotografía: www.lygeum.es