Juana Fernández se ha levantado temprano, ha recogido su casa, ha preparado el almuerzo y, a las diez de la mañana, ha salido. Hoy tiene cita con el traumatólogo y no quiere que a su regreso le esperen todavía las tareas domésticas. Con suerte estará de vuelta a las dos, pero si el médico lleva retraso, pueden darle las cuatro de la tarde.
El trayecto es corto, Villamartín (12.100 habitantes) está a 32 kilómetros. Pero el viaje se hace muy largo. Una curva, otra curva, recoger pasajeros en El Bosque, varias curvas más, dos paradas en Prado del Rey. Cuando Juana llega a Villamartín son las once y media pasadas. Y el periplo continúa.
El hospital queda a poco más de un kilómetro de la estación de autobuses. Hacía allí se dirigen, como en peregrinación, todos los ubriqueños que acaban de apearse. Algunos, como Juana, van deprisa porque tienen cita en unos minutos. Otros, como Remedios Franco, de 58 años, se lo toman con más calma. "Hasta la una y cuarto no tengo hora, pero he tenido que venirme en el coche de las diez y media porque el siguiente sale dos horas más tarde, y ya no llegaba. Ahora me dicen que va con retraso de una hora, así que me van a dar las tantas y no voy a poder montarme en el de las dos y cuarto. Total, a esperar al próximo, que sale a las cinco menos cuarto". Cuando Remedios llegue a su casa, en Ubrique, serán más de las seis. Habrá invertido ocho horas para que el traumatólogo le supervise una radiografía de la espalda.
Pese a todo, Remedios asegura que estará "entretenida", porque siempre encuentra alguien con quien charlar en el hospital. Juan de Dios Mateos lo corrobora. Ha venido a Villamartín porque su hija de tres años tenía que ver al oftalmólogo. "En la sala de espera, de las 40 personas que había, al menos 30 eran de Ubrique".
Juan de Dios, Remedios y Juana se concentran cada sábado con cientos de ubriqueños más para exigir que médicos de las especialidades más frecuentes, como traumatología, oftalmología o ginecología, pasen consulta una vez por semana en el pueblo. "No pedimos un hospital, ni un centro de especialidades. Hemos bajado el listón y sólo queremos que vengan de vez en cuando para evitar tantos desplazamientos", sostiene Antonio Rodríguez, médico y presidente de la asociación de vecinos La Calzada, coordinadora de las concentraciones.
La Consejería de Salud no ha atendido sus demandas. Argumentan que es suficiente con que cada paciente cuente con un hospital a menos de 30 kilómetros de su domicilio. Pero Villamartín, además de a 32 kilómetros, se encuentra a veces a ocho horas de distancia.
Los vecinos tampoco admiten, como afirmó la consejera, María Jesús Montero que "sólo" se produzcan 6.500 derivaciones de pacientes al año. La cifra contabiliza la primera derivación que prescribe el médico de cabecera. Si una mujer acude anualmente al ginecólogo para una revisión, o si el traumatólogo de Villamartín le pide al paciente que regrese para controlar su recuperación, la consejería no tendrá constancia de ello.
No contará como derivación, por ejemplo, la próxima visita de Juana. A las doce y media, a punto de salir el autobús, llega a la carrera, sube casi sin respiración y paga los 2,68 euros del billete. "Al final, el médico me ha dicho que la radiografía no se ve bien, y que la tengo que repetir, así que ni medio minuto he estado. A ver si esto no me lo podían decir en Ubrique", lamenta.