Tribulaciones de un Berciano en Madrid
Corría el año 1983, 20 años después de que comenzasen en España las vacunaciones masivas, y se contabilizaban 301.309 casos de sarampión en España.
La concienciación de la sociedad sobre esta y otras enfermedades como la rubeola y la polio hicieron que en 2004 esta enfermedad estuviese casi erradicada con tan solo dos casos en toda España, hasta tal punto que los 133 casos registrados durante 2006 se convirtiesen en noticia y motivo de alarma ante la nueva moda que surgía entre padres que consideran que es más natural y sano no vacunar a sus hijos y exponerlos a la muerte, o a daños irreversibles en pulmones y/o cerebro en caso de contraer esta enfermedad.
Para 2010 ya eran 274 los casos contabilizados [Archivo PDF 162 KB], más de 1.300 casos durante 2011.
Esta moda nace a raíz de un artículo del ex-doctor Andrew Wakefield que establecía una relación directa entre las vacunas para estas enfermedades y casos de autismo en niños.
La desgracia quiso que la prestigiosa revista The Lancet la publicase y posteriormente retirase al descubrir las manipulaciones de este ex-doctor que pretendía ganar millones haciendo crecer el miedo a las vacunas con mentiras.
El daño estaba hecho y las teorías conspiranoicas sobre presiones de empresas farmacéuticas para que se hiciese desaparecer esa información y no perder millones.
Un estudio a nivel europeo en el año 2003 estableció que el coste por cada caso de sarampión era de entre 209 y 480 euros, y el coste de vacunación y control de la enfermedad de entre 0,17 y 0,97 euros por persona.
Para hacernos una idea, si se vacunasen 40 millones de españoles a 0,17 euros por persona, tendríamos un gasto de 6.8 millones de euros. Si acabamos llegando de nuevo a los niveles de contagio de 1983, con más de 300.000 casos, el coste sanitario a 209 euros por paciente, es de más de 62 millones de euros… y las farmacéuticas ganan mucho más con una persona enferma que previniendo que esa misma persona llegue a enfermar por estar vacunada.
Esos padres que no vacunan a sus niños con los argumentos más extraños que uno se pueda imaginar deberían conocer primero el mecanismo de funcionamiento de una vacuna, pero es más fácil enrocarse en su error y poner en peligro, no solo la vida de sus hijos, sino la de otro niños y adultos que no están vacunados.
Porque resulta que no todos tenemos la suerte de poder vacunarnos, hay niños que no pueden vacunarse, y adultos que tampoco lo están porque nacieron en una época en la que la vacunación no era algo común y masivo como hoy en día.
Por desgracia estas vacunaciones son voluntarias, y gracias a estos padres tan concienciados y tan poco informados, la inmunidad de la manada se ve afectada, haciéndonos débiles frente a enfermedades que estaban a punto de erradicarse como sucedió con la viruela, desaparecida gracias a la vacunación que hoy en día ya no es necesaria.
Padres que creen saber más que médicos y científicos, pero que no dudan en seguir a cualquier gurú que les venda píldoras de azúcar y agua porque no tienen efectos secundarios (ni primarios, no tienen más efecto que el placebo, y de manera anecdótica).
Países más avanzados que el nuestro como Australia han dado tímidos pasos eliminando beneficios fiscales a los padres que no vacunan a sus hijos, pero no es suficiente y entre los profesionales de la medicina empiezan a alzarse las voces para que estos actos sean considerados un delito.
Por ello he creado una petición en actuable dirigida al Ministro de Justicia para que la no vacunación sea considerada como un delito contra la salud pública, porque la siguiente generación no debe ser víctima de la ignorancia de unos padres que no ven más allá de sus narices en cuanto alguien les dice que no vacunar es lo natural y que las vacunas las hacen las farmacéuticas para ganar más y que sus hijos estén siempre enfermos… conspiraciones globales con cientos de miles de personas involucradas y ni uno se va de la lengua… que disciplina señores.
Que este sea el comienzo de un debate serio sobre el daño que la ignorancia científica y las teorías de la conspiración pueden hacer a toda una generación de chavales.